La soledad se acompaña del constante
ruido del desatino,
del desvarío de los sanguíneos pulsos
desacompasados,
ése doloroso suplicio romántico, que es lo único que altera
la serena paz dormida del desamor.
Nadie podría descifrar los lamentos
inaudibles de un pecho
al que han convocado, los soliloquios del hastío,
los mortificantes recuerdos, los
inconfesables minutos.
Cualquier calle nueva que promueve,
toda ruta antigua que evoca…
Cómo es que un alma con tan poca
historia,
puede alimentar y ver crecer tanto recuerdo…
Cómo puede un solo minuto multiplicarse
en tanto pensamiento?
Es que acaso el auditivo eco se
vuelve carne, se vuelve tacto…
o son las agudas palabras no
pronunciadas su sustento?
No sé si al alma las palabras le
sobran,
y con eso tan solo, se sostiene para
seguir
en su doloroso empeño de recordar…
en su empecinado afán de buscar ojos
y miradas,
de visitar sitios llenos de mesas
vacías
de reflectores apagados, de no cesar
la búsqueda entre
las multitudes…con la esperanza de
hallar en unos ojos
la misma mirada que involucra y
expulsa
de cuerpo en cuerpo, de vida en vida…
K.Strongone.